y seguir (...) y reir.

Paraliza, el miedo es una bisagra, es una línea que une dos partes. Te parás y decidís si darle para adelante. Está todo en la cabeza. Empiezan siendo básicos y se van complejizando conforme pasan los años y las experiencias adquiridas.

Uno común a casi todos los chicos es el miedo a la oscuridad. En mi caso, cuando niña, uno de mis temores consistía en que se desborde la represa de El Chocón (pasé casi toda mi infancia en Neuquén), recuerdo tener en mi cabeza un plan de evacuación, sabía que foto quería conservar, debía abrirle la jaula a Tufi (un canario), agarrar mi almohadita y por los peces no me preocupaba ya que iban a cambiar una pecera de 1 ambiente por una ciudad entera.

Pasaron los años y en un momento de mi vida murió papá, ahí descubrí un miedo que hasta ese episodio jamás había conocido. Seamos sinceros, uno sabe sobre lo finito de la vida en la tierra, pero hasta tanto no se lo transita no se lo asume. Ese fue un nuevo temor a descubrir, pero se reagrupan las fichas y la partida continúa.

Más años, más situaciones vividas, más personas que pasan por la vida, por mí vida. Diferentes y complejos temores. Los miedos generan desconcierto. Ya de grande, uno tiene temores relacionados por ejemplo a desiciones que por lo general son a futuro.

Pero sentir miedo está bueno. Es una oportunidad para tomar conciencia del propio poder. De la capacidad instintiva y también de la racional. Hay que agarrar el miedo y usarlo para generar movimientos. Tomar esa energía y regenerarla, darle un giro. La cabeza es compleja, si lo sabré yo! y hacerse jaque a uno mismo requiere al menos un poco de valor. A mi me pasa que soy consciente de muchos de mis temores, sé de qué manera desarticularlos, pero a la vez en algunas situaciones no lo hago, mi cabeza los va administrando. Por supuesto hay momentos en que la administración parece estar en manos del peor corrupto, mis balances son por demás negativos y no avanzo en nada, me siento empantanada. Pero lo bueno es que siempre termino encontrando recursos para ganarle.

Saber y hacerse cargo del potencial propio es ubicarse un escalón más arriba del miedo.

Identificarlo, hacerlo así de chiquito y reirse de él. Ahí, creo, está la clave del asunto.